Tanto lo quería que tardé en aprender a olvidarlo diecinueve días y quinientas noches. Dijo "hola" y "adiós", y el portazo sonó como un signo de interrogación, sospecho que, así se vengaba, a través del olvido, Cupido de mi. No pido perdón, ¿para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa.