Odio este amor, que me humilló a tus antojos, odio este amor,
que me enseñó a suplicar. Ansia torpe que me arrodilló bajo el yugo de tu
pretensión, odio este amor que al doblegar mi entereza, me rebajó a mendigar
tu calor. No te reprocho si tu amor que fue inconstante, puso en mi existencia sombras de abandono; ni tienes culpa si maldigo a cada instante, lo que fue
flaqueza de mi corazón. Mía es la culpa por haber rodado a tus pies, y es mi
castigo condenar mi propia pasión, frente al reproche de mi orgullo lastimado, que
no se consuela de su humillación.