...Solamente a él. Y él ya no está.

Y siguen pasando los días, y a cada minuto lo extraño más. Cada día es más difícil. Ya sea trabajando, estudiando o ensayando, me invaden ganas de llorar de repente. Es odioso estar así, es odioso tragarse las lágrimas, secarse las pocas que salieron, levantar la cabeza y salir como si nada pasó. Intento seguir adelante, hablando con personas o pibes que me hablan para verme. Estoy intentando conocer a alguien, buen pibe aparentemente, pero la está remando en un tarro de dulce de leche, se la hago cada vez más difícil, busco excusas para no verlo. Las dos veces que lo ví, lo vi porque tenía que salir a despejarme e intentar olvidarme de él, intentar buscar si quedó algo en mi, algo que no se haya llevado él. Cuando este pibe me hablaba, me contaba su vida, me decía que estaba maravillado con mi carrera, y bla bla bla; en cada palabra que me decía, yo buscaba el momento para salir corriendo de ahí. Me sentía presa, presa de mi soledad, presa de querer despegarme de algo que no voy a poder, presa de esta desesperación, presa de esta locura que se convirtió mi vida. Presa. Cuando él se fue, cuando le dije que se vaya, se llevo consigo todo de mi, todo mi amor, todo mi cariño, toda mi ternura. Se llevó mi corazón, se llevó mi alma. Sólo me quedé con esta triste soledad que invade mi cuerpo, esta oscuridad eterna que es imposible iluminar. No puedo dar amor a nadie, no soy capaz de sonreirle a ningun hombre, no quiero saber nada sobre romanticismo, ni cursilerías, ni abrazos ni besos de alguien más. Sólo quiero ese presente y futuro que imaginé a su lado. 
Leyendo un poco, encontré una frase de Paulo Coelho: “Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores: uno con el que te casas o vives para siempre, puede ser el padre o la madre de tus hijos. Esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella. Y dicen que hay siempre, un segundo amor, una persona que perderás siempre, alguien con quién naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan de la razón y te impedirán siempre alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejarás de intentarlo. Te rendirás y buscarás a esa otra persona que acabarás encontrando, pero te aseguro que no pasará ni una sola noche, sin necesitar otro beso suyo o tan siquiera discutir una vez más…. Ya sabes de quién estoy hablando, porque mientras estabas leyendo esto, te ha venido un nombre a la cabeza. Te librarás de él o de ella, dejarás de sufrir, conseguirás encontrar la paz (será sustituido por la calma), pero te aseguro que no pasará ni un solo día en que desearás que esté aquí para perturbarte. Porque a veces se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien al que aprecias". Te juro, que prefiero discutir todas las noches con vos porque te amo, antes que tocar a alguien que ni siquiera aprecio. Tal vez, estamos unidos, pero las fuerzas de la química no nos dejan unirnos. "Así decía el hierro al imán: te odio porque me atraes sin que poseas fuerzas suficiente para unirme a ti" (Friedrich Nietzsche). Sí, él es imán, y yo soy hierro. Me atrae, pero no existe fuerza que me pueda unir a él. Tal vez si... Tal vez... Ya no, tal vez nada. No voy a decir lo que le faltó, lo que me faltó, ni lo que nos faltó. Los dos sabemos qué nos faltó, pero ninguno lo va a reconocer. Juro por Dios que me muerdo los dedos para no llamarlo, ni mandarle mensajes. Me muerdo los dedos para no ver los mensajes que tengo guardados en mi celular, ni ver las fotos que todavía tengo, esas que le sacaba cuando estaba distraido hablandome por Skype. Cada vez que entro a ver algo, mi mente me grita que lo saque, que no lo vea. A veces puedo, la mayoría no. Y termino viéndolas, viendo esa sonrisa y ese pelo despeinado que tanto me mataban... Que tanto me matan. Veo esos mensajes, diciendo que me amaba, que me extrañaba. Mensajes con los que empezamos a extrañarnos, a querernos, a amarnos. Mensajes de doble filo: mensajes que me llenaban, mensajes que hoy me destruyen. 
Lo extraño, lo extraño cada segundo más. Sigue siendo la razón por la cual escribo cada día, sigue siendo la razón por la cual puedo llorar cuando tengo que actuar en los escenarios, sigue siendo la razón por la que a veces, se me escapa una sonrisa recordando las estupideces que hacíamos. Como acaba de pasar, me acordé del "Wrande", me salió una sonrisa, y una lágrima fugitiva. Cada lágrima que derramo, es un pedazo de alma que se lleva consigo. Ya basta, ya basta de esto, prometo intentar dejar de pensar en vos, dejar de escribirte. Prometo hacerlo, prometo intentar. Basta de todo, no quiero nada, no quiero a nadie. Solamente a él. Y él ya no está.